Para mí ha sido la travesía más importante y con más sentido de mi vida. Primero por el hecho de preparar un reto de este calibre y segundo por la finalidad. Por desgracia todos tenemos familiares, compañeras o amigas que han padecido cáncer de mama. Creo q no habría sido posible sin la implicación y apoyo de los amigos, gente y familia que me rodea que se han sumado a que pudiera superar esta prueba.

Tengo que decir que el recorrido es idílico (Islas Medes, Begur, el Far de Sant Sebastià y las islas Formigues entre otros), la organización exquisita. Me puede centrar en nadar y disfrutar ya que contábamos con Albert (nuestro pinche) que nos preparaba la bebida, comida y el patrón de la embarcación, Víctor, que nos protegían de las embarcaciones y nos indicaba los puntos que nos quedaban para finalizar. Para guinda ir acompañado por Fer Espina, Oscar Rodríguez y Pau Roure hizo más fácil fluir en el mar.

En cuanto a la travesía antes de saltar al agua te pasan imágenes del camino que has recorrido hasta ahí. Pero cuando ves las islas Medes, el tiempo y el mar como un plato ves que es el día para afrontarlo y te vienen las ganas de nadar, nadar y nadar. En la primera parte aflora la adrenalina de la motivación y tienes que controlarte. Empiezas gozando con las islas Medes, sigues dirección a  Cap de Begur. Una vez ahí, punto medio de la travesía, tuvimos que bajar el ritmo y empezar a comer en cada avituallamiento porque nuestras reservas estaban bajando y quedaba mucha travesía. Una vez recuperados vino la segunda parte, superando Faro de Sant Sebastià y encarando las Islas Formigues. Aquí ya empiezas acariciar que estás cerca, que has sumado muchos kilómetros, y que hay que seguir sí o sí. Una vez rodeadas las Islas Formigues ya ves el arco de la llegada de Calella. Aquí se juntan las ganas de acabar que hace desaparecer el cansancio, el dolor muscular y te da un extra de fuerza. Una vez llegado a la línea de meta te viene el subidón y alegría de haber podido finalizar.