Una cita semanal

Un sábado por la mañana cualquiera del mes de enero o febrero suena el despertador y piensas ¿en serio? ¿de verdad voy a nadar con el frío que hace? Pero al final te levantas. Desayunas. Preparas la mochila. Vas a ponerte el bañador y piensas “no sé para qué me lo pongo. Casi mejor voy al gimnasio. Total, ya me he levantado”. Pero en realidad ya te has puesto el bañador.

 

Entonces sales y cuando te acercas al punto de encuentro con tus compañeros “masoquistas de la natación” como tú ves el mar. Si tienes suerte es un día soleado. Mirar el reflejo del sol, aún bajo, en el agua molesta a los ojos. Es un sol brillante pero no cálido. El frío del invierno se lo impide. Y de nuevo piensas “no sé para qué vengo, si con el frío que hace yo no me meto en el agua”. Pero llegas a tu cita semanal.

 

Calentar, protegerse y al agua !

Entre bromas con los otros te pones el neopreno. Comentas con todos (como siempre) lo locos que estáis por meteros en el agua en esta época del año. Cada uno sufre el frío a su manera y se protege como puede. Unos añaden a su indumentaria calcetines de neopreno, otros los guantes, otros el gorro, y algunos, todo el equipo. El caso es meterse en el agua como sea.

 

Y, después de un intenso calentamiento con nuestra entrenadora, llega la hora de la verdad. Algunos se introducen en el agua poco a poco, y otros se lanzan casi sin pensar (porque si lo pensaran saldrían corriendo de vuelta a sus camas).

 

 

 

Lo peor suele ser la cara. No hay neopreno que la proteja, así que se comienza a nadar casi como en una clase de aquagym. Con la cabeza fuera del agua. No hay estilo que resista el primer golpe de frío. Y uno piensa en los valientes que entrenan todo el año sin neopreno, preguntándose si serán de otro mundo.

 

Lo siguiente es el agua que se cuela por los recovecos que encuentra en el neopreno. Para entonces solo queda una solución: nadar. Nadar como se pueda. Comenzar a desentumecer los músculos y fundirse con el agua salada. Pasados unos minutos, la sensación de frío mengua. La atención se centra en el entrenamiento. O en el reflejo del sol. O en los peces. En la increíble sensación que da nadar en el mar. Más aún, en un mar frío de invierno.

 

 

Al terminar, rápido a la ducha caliente. La sensación de después es increíble: ¡Suerte que se puede repetir el sábado que viene!

 

Y como el neopreno es nuestra segunda piel, aquí os dejamos unos trucos para cuidar y protegerlo.